Luke: Viaje hacia la oscuridad reveladora

Por: Lakshmi S. Kennedy

Habían pasado algunos años desde que el inicio de la pandemia y la vida de Luke había dado un giro.

Sus planes fueron destruidos y sus sueños, anulados. Dejó de viajar a la universidad y comenzó a ofrecer sus clases virtualmente. Los primeros meses del confinamiento permaneció por horas sentado en su pequeño apartamento de Londres. Se sintió inquieto e inseguro, como un pájaro enjaulado. Y durante ese encierro, el llamado de la naturaleza vibró con intensidad en su alma.

Era una primavera húmeda cuando decidió mudarse a Devon. Allí encontró una pequeña cabaña cerca del Parque Nacional de Dartmoor. Disfrutaba de estar rodeado del canto de los pájaros y la presencia de las aves generaba tranquilidad. En este lugar, poco a poco sintió pertenencia, y se dio cuenta de que la vida vibrante lo rodeaba. Aunque Luke vivía solo en aquel paraje, se sentía acompañado por la presencia del cielo, las nubes, la lluvia y la tierra firme bajo sus pies.

Desde su llegada meditaba a diario. Hace algunos años había descubierto la práctica, pero sólo hasta ahora apreciaba los efectos en su mente. En especial, valoraba la técnica Tonglen, una meditación tibetana para generar compasión por todos los seres en cada respiración.

Cuando pudo calmar aún más las aguas de sus pensamientos, se sumergió en la disolución temporal del yo. Sintió un océano de consciencia a su alrededor.

Pese a su dedicación y al escenario natural, Luke todavía luchaba con su mente, agitada y llena de pensamientos. Trabajaba con consciencia en su relación consigo mismo y, sobre todo, en sus altas expectativas, que se cernían sobre él con frecuencia. Pero además del Tonglen, había descubierto el antídoto de la dulce amabilidad, la simple aceptación de la naturaleza de su mente y la complejidad de su personalidad.

Con la paciencia de un peregrino, comenzó a vislumbrar los estados interiores descritos por los grandes sabios en sus textos. Comprendió la necesidad de cultivar una fuerza de bondad, como una aliada interior en estos tiempos extrañamente hermosos y terroríficos.

Cuando pudo calmar aún más las aguas de sus pensamientos, se sumergió en la disolución temporal del yo. Sintió un océano de consciencia a su alrededor. Y fue evidente cómo su reino interior, con sus secretos y riquezas, era tan sólo un pliegue del gran desenvolvimiento del universo. Estos momentos fueron sagrados y lo guiaron hacia mayores profundidades de su Ser.

Pese a su profunda pasión por sacralizar la vida, Luke encontraba desafiante el baile entre esta fertilidad interior y su vida cotidiana. Sentía insatisfacción acerca de esta integración. Había contraído el virus y pese a haberse recuperado, se sentía cansado. Era difícil darle sentido al mundo y sus “metacrisis”. Seguía a algunos pensadores y científicos del cambio climático, y ellos planteaban una sexta gran extinción de especies, que podría incluir la humana. Además, estaba al tanto de las injusticias sociales, guerras y refugiados, desigualdad, hambre… La diversidad de grietas era abrumadora.

Luke se dio cuenta de que estas circunstancias no sólo obedecían a su confusión individual, sino que existía una profunda crisis existencial colectiva. Comenzaron a publicarse estudios en los diarios sobre el deterioro de la salud mental. Y en conversaciones con sus amigos cercanos, salían a flote episodios emocionales difíciles. Estaba claro que era un momento difícil para todos.

La evidencia de crisis colectivas, el entorno natural y la dedicación a un camino de autoexploración confluyeron en una toma de consciencia de movimientos inconscientes, que llegaban inesperadamente a las orillas de su yo consciente. Era como si las opciones limitadas para la vida exterior en la sociedad, le obligaran a mirarse directamente. De hecho, parecía que no había otro lugar a dónde escapar. Lo anterior hizo que su montaña rusa emocional fuera aún más intensa. Sumada a la confusión mental, apareció la melancolía.

Reflexionó y pudo reconocer que esta emoción estaba relacionada con la omnipresencia de la muerte. Estaba en el aire, en las noticias y encarnada en las personas que no pudieron recuperarse del virus. De hecho, la muerte tendía a convertirse en un espíritu de la época. Este potente cóctel de experiencias lo llevó al terreno de la vulnerabilidad.

Como un relámpago apareció la revelación de que nunca antes había contemplado su propia mortalidad. Reconocía que iba a morir, pero imaginaba que sería al final de una larga vida. Sin embargo, de las nuevas circunstancias emergió la idea de la muerte como una compañera permanente. El perturbador pensamiento de ignorar cuándo moriría, desveló una adoración cultural por la vida. Y a la vez, un ocultamiento social de que desde el día de nuestra gestación, todos sin excepción, estamos muriendo.

Con la necesidad dar sentido a estas reflexiones y obedeciendo a su pasión por los libros, una tarde fría inició su investigación. Encendió el fuego en una vieja chimenea de piedra, preparó un generoso whisky puro de malta y fue a su biblioteca para comenzar a abordar estas incógnitas cómo sabía hacerlo.

“El ser sabe que al abrazar la muerte, el final y el reciclaje de las cosas, servimos a la vida. Y al servir a la vida, fomentamos el amor”.

Revisó los títulos y se inclinó por la sección que había heredado de su abuelo. Escogió un tomo antiguo que recogía historias de Tíbet. Sopló el polvo que se había acumulado, encendió una vela, apagó las luces de su casa y comenzó la lectura. Se rindió con fascinación. Aprendió sobre la existencia de los bardos, “estados intermedios” entre los procesos de vida, muerte y renacimiento. También descubrió cómo la tradición budista tibetana había desarrollado a lo largo de los siglos prácticas para transitar los distintos estadios en vida.

La información nueva y la ausencia de referencias cercanas a su contexto lo inspiraron a buscar un libro que le había prestado un amigo y apenas había ojeado. El texto se llamaba Wild Mind (Mente Salvaje) y su autor era el psicólogo norteamericano Bill Plotkin. Abrió el libro en una página y fue titulada “Amor y muerte”. Avanzó en la página y releyó la siguiente frase: “El ser sabe que al abrazar la muerte, el final y el reciclaje de las cosas, servimos a la vida. Y al servir a la vida, fomentamos el amor”.

Avanzó con avidez en estas páginas y reconoció que el libro aportaba una visión renovada a su comprensión del camino espiritual. El autor hablaba de “encontrar nuestra totalidad, no la perfección”, e invitaba a cultivar cualidades vinculadas con una sabiduría inherente. Esta idea, le pareció refrescante y alentadora.

En este mapa del Yo basado en la naturaleza, Bill Plotkin sintetizó aspectos de la filosofía oriental, los arquetipos universales y el conocimiento de la psicología profunda, que invitaba a penetrar en la psique. Luke reconoció además que había una riqueza de las tradiciones mistéricas de occidente, un amorío oculto y misterioso con las Musas interiores. Esta visión despertó en él un amor por la naturaleza, un llamado interior para devenir salvaje y completo.

A la mañana siguiente, se despertó temprano y se vistió con ropas de invierno. Invitó a su perro Brahma y juntos salieron a deambular por las tierras yermas. Observó como nunca antes la conducta de Brahma. Este levantaba la cabeza sintiendo el aire, olisqueaba arbustos y piedras, batía su cola y parecía estar siempre en el momento presente. Luke pasó de la mirada a la imitación, entonces se inclinó para absorber el aroma de unas flores diminutas y dulces. Una lluvia suave acompañó el encuentro, y los sonidos de las gotas sobre las hojas tiernas crearon una atmósfera de intimidad. Inhaló con lentitud y se deleitó con el aroma de la tierra mojada, se sintió vivo.

Los primeros rayos brillaban en el cielo y en su romance con la lluvia formaban arcoíris por doquier. Luke se detuvo y escuchó el latido de la naturaleza. Percibió una cualidad mágica en ese momento y la gratitud brotó de sus adentros. “Memento Mori”, se dijo a sí mismo, como si continuara con sus reflexiones de la noche anterior. Estas palabras significaban: “Recuerda que morirás”. De alguna manera, contemplar su fallecimiento le dio una perspectiva diferente sobre su vida. La sombra de la muerte estaba allí caminando a su lado. Pero en lugar de alejarla, acogió a ese dios todopoderoso en la mesa de su mente.

Cuando regresó, encontró que su cabaña era cálida y acogedora. Puso la tetera al fuego, se preparó un té caliente y se sentó en su altar. Sintió una reverencia por la inmensidad del misterio y una inspiración para abrirse a su despliegue. Si cada momento era un regalo, si en esencia cada segundo es la eternidad, abrazar la muerte significa animar el vivir.

Dio un sorbo a su té, esta vez con una sinceridad y satisfacción recién nacidas. Encendió la vela en su altar y comenzó su práctica. Juntó sus manos y repitió en voz alta: “Todo está exactamente en su lugar y estoy exactamente donde necesito estar. Con paciencia todo emergerá”.

Cerró sus ojos.

Fotos: Vishnu Bill Hulse. 

Luke: El comienzo del Viaje
2022-04-27T20:23:18+00:00 27/04/2022|